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El ultracalvinismo

El ultracalvinismo tiene razones muy convincentes para no querer ser conocido ni como cristiano ni como protestante, porque sus patrones de intolerancia son extremadamente feos y familiares

Tres artículos de 2007 publicados en su blog Unqualified Reservations, UR, bajo el seudónimo Mencius Moldbug

Breve historia del ultracalvinismo (12 de junio de 2007)

En los últimos 50 años, la revista Time se ha vuelto tan estúpida como su público. Lo lamentable es que, en 2007, cualquiera que lea Time o una revista similar —sí, incluso The Economist— no está bien de la cabeza. (A veces recibo números gratuitos de The Economist al azar o encuentro un ejemplar arrugado en una cafetería, y si accidentalmente leo algunas páginas, o peor aún, a uno de los líderes, me pongo a chillar de rabia y tengo que acurrucarme en el armario durante unas horas. Este periodicucho, que he amado desde que era lo suficientemente alto como para montarme en la gran montaña rusa, se dedica ahora total e irreversiblemente a la producción y distribución de la mendacidad oficial).

Sin embargo, Time fue dirigido en su día por los Luces y gente como Whittaker Chambers, y en su día dio que hablar. Y aquí hay algo que nos dio el 16 de marzo de 1942: American Malvern.

Por desgracia, cualquier rebanada que pudiera cortar de este bizcocho sería poco convincente. Hay que leerlo todo en su hábitat natural.

¿No es un artículo interesante?

¿No le llama la atención la frase «El nuevo programa superprotestante del protestantismo organizado estadounidense»? ¿Especialmente estando donde está? ¿En la primera frase? ¿Después de un total de seis palabras? ¿«El nuevo programa superprotestante del protestantismo organizado estadounidense»?

Es casi como que si fueras un lector de Time en 1942, y leyeras un artículo que utilizara la frase «el nuevo programa superprotestante del protestantismo organizado de EE.UU.», se esperaría que tuvieras alguna idea acerca de sobre qué demonios estaban hablando.

Si nos adentramos un poco más en el texto, veremos algunos nombres. ¿Quién demonios, por ejemplo, es John R. Mott? ¿Quién habla hoy de John R. Mott? No tengo ni idea, pero al parecer en 1942 era un «laico muy conocido». Sólo uno me suena: Irving Fisher. Irving Fisher era prohibicionista e inflacionista. Prácticamente todo lo que hizo ese donjuán estuvo mal. Así que ya me pongo en guardia.

También vemos algunas denominaciones, o al menos afiliaciones institucionales. Y una cosa que observamos es que todas estas afiliaciones son esencialmente de tipo «Iglesia baja». En la terminología británica, si no son disidentes, están cerca. Y la tradición británica de Iglesia baja es básicamente de naturaleza calvinista.

Así que podemos afinar la redacción de Time, y describir este sarao incomparable no sólo como «protestante» (nótese la ‘p’ minúscula aquí, y el uso de la palabra como un adjetivo descriptivo ordinario de política pública, igual que podría decir uno «comunista» o «liberal» o «fascista»), sino de hecho «calvinista».

Cuando se cambia una palabra suele ser bueno cambiar dos. Así que definamos al descendiente del «superprotestante» de 2007 como ultracalvinista. (Google sólo me ofrece cuatro resultados para esta variación). Básicamente significan lo mismo, pero sin connotaciones extrañas de poderes de cómic y dejando espacio para cierta deriva semántica.

Dejaré que el contenido del artículo de Time hable por sí mismo. Está claro que si tienes problemas para identificar el equivalente en 2007 del «superprotestante» de 1942, tienes algún tipo de trastorno histórico. Quizá deberías pasar menos tiempo viendo Al Yazira. Y también tengo el triste honor de informarte de que Hugo Chávez no es, en realidad, la segunda venida de Thomas Jefferson. Si no estás de acuerdo, especialmente si disientes de manera violenta, con estas afirmaciones, debo sugerirte que quizá haya otros blogs que podrías leer.

Ahora bien, ¿cómo debemos clasificar el ultracalvinismo? Bueno, podemos empezar por tomarlo al pie de la letra, o al menos intentarlo. Notamos inmediatamente que, a diferencia de su antepasado igualmente misterioso, esta cosa «superprotestante», el ultracalvinismo, no pretende ser cristiano en absoluto. Normalmente afirma ser secular (sea lo que sea lo que eso signifique) o incluso ateo, aunque de vez en cuando aparece un tipo del estilo Michael Lerner que lo defiende como profundamente espiritual.

En UR sabemos que el teísmo y el idealismo son básicamente lo mismo, y que todo lo que se puede hacer con uno se puede hacer con el otro. Sencillamente piensa en ellos como variaciones alternativas de proteínas de superficie.

(Evitaremos casi instantáneamente cualquier respuesta inmune dirigida a dioses específicos —digamos, Osiris— o ideales —digamos, Igualdad, o el Medio Ambiente—. Cualquiera dirigida a todos los teísmos, idealismos, o cualquier cosa intermedia, es demasiado amplia y nunca funcionará. Cualquiera dirigida sólo al idealismo es una gran forma de cultivar una cosecha floreciente de teísmos. Y viceversa. Por eso aquí en UR no nos gusta tanto el tratamiento Dawkins-Hitchens-Harris-etc.-etc.-etc.).

El ultracalvinismo parece prácticamente equivalente al «unitarismo», es decir, en el sentido de la palabra en 2007. Esto también es interesante, porque los unitarios de una forma u otra han estado dirigiendo EE.UU. desde el día en que nació. Las doctrinas han cambiado mucho, por supuesto, pero el nombre no, aunque ahora no se utilice tan a menudo. Pero —por ejemplo— si puedes detectar alguna diferencia entre el Universalismo Unitario y la «corrección política», por ejemplo una proposición en la que ambos entren en conflicto, tus ojos son más agudos que los míos.

A menudo, el ultracalvinismo incluso tiene el descaro absoluto de presentarse a sí mismo como lo opuesto al cristianismo. En términos más generales, es una revelación superior de la que el cristianismo, junto con todas las demás religiones, es una mera anticipación, una especie de figura coja de Juan el Bautista que señala el camino. A los retrógrados que se niegan a aceptar esta transición inevitable se les llama «fundamentalistas». Si la aceptan, son «moderados» o algún otro término que exprese beneplácito.

Por supuesto, esto se aplica a todas las religiones, no sólo al cristianismo. Por ejemplo, un «musulmán fundamentalista» es un musulmán (aunque sea una especie de pseudomusulmán osianista reconstituido). Pero un «musulmán moderado» es un ultracalvinista.

También es interesante rastrear la relación entre el ultracalvinismo y el marxismo. ¿Es el marxismo una rama del ultracalvinismo? ¿O viceversa? ¿O son hermanos en algún sentido? Quizás este sea un divertido «ejercicio para el lector».

Si te interesa la prehistoria del ultracalvinismo, tres libros que te pueden interesar son The War for Righteousness de Richard Gamble, Lincoln, The Man de Edgar Lee Masters, y Three New Deals de Wolfgang Schivelbusch. Un buen libro para empezar es un viejo artículo de Murray Rothbard que acaba de ser publicado en mises.org: La Primera Guerra Mundial como Consumación: El poder y los intelectuales.

Y también está la post-historia del super-protestantismo. Hace unas semanas mencioné un libro que, en mi opinión, tenía la mejor propaganda de la historia del sistema solar. Ahora estoy dispuesto a revelar la identidad de esta notable obra maestra de la verborrea del siglo XX.

El libro se publicó en 1964, aunque mi edición es del 66, una edición en estuche de Alfred A. Knopf realmente hermosa y atemporal. El estuche tiene un elegante diseño modernista en tres colores, azul mar, negro y rojo, con el nombre del autor y del libro, y los traductores: Leif Sjoberg y W.H. Auden. La sobrecubierta es de lino blanco, sin diseño alguno, y en la portada sólo aparecen el nombre del autor y el título, en cursiva azul marino de gran tamaño, y debajo, en roman serif de gran tamaño pero no tosca, la cita:

«La más noble auto-revelación

de lucha y triunfo espirituales,

quizás el mayor testamento

de devoción personal,

publicado en este siglo…»

Reseña de la sección de libros del New York Times

El libro es Markings, de Dag Hammarskjöld, y recompensa mucho al lector. Aunque no precisamente como el autor o el crítico (o el traductor, por el amor de Dios, ¿en qué estaba pensando? Vaya, ni siquiera puedo empezar a adivinarlo) pretendían.

Actualización: otros dos libros interesantes, principalmente notables porque han sido escritos (como el Schivelbusch) recientemente por autores bien acreditados que se consideran liberales o incluso socialistas, son Authoritarian Socialism in America, de Arthur Lipow, y The Dark Side of the Left: Illiberal Egalitarianism in America, de Richard J. Ellis. Y no hay que perderse el saludo de Bellamy.

Algunas objeciones al ultracalvinismo (22 de junio de 2007)

Si por casualidad lees este blog sólo por los artículos, es mi deber informarte de que te estás perdiendo la mayor parte de la diversión. Puede que UR no sea el blog más inteligente de la red, pero desde luego tiene los comentaristas más inteligentes. Esto se debe probablemente a que es nuevo, y los yahoos todavía no han llegado. Pero a mí me sigue maravillando.

(Puede que en algún momento afloje el flujo de verborrea para que las viejas discusiones se mantengan frescas durante más tiempo. Me parece importante, dado que UR es un blog nuevo, mantener un ritmo bastante brutal, para que el sitio no parezca atractivo al tipo de lector equivocado. Espero que en algún momento haya una masa crítica de descontentos que lean rápido y puedan disciplinar sus propias filas).

Hubo un par de comentarios sobre mi post original sobre el ultracalvinismo que no tuve la oportunidad de responder. En lugar de publicar en un hilo muerto hace mucho tiempo, se me ocurrió sacarlos aquí.

En primer lugar, el extraordinario comentarista Michael, que expone regularmente los hilos superficiales de mi endeble pseudoerudición autodidacta.

Michael señala que, dado que la mayoría de nosotros pensamos que la esencia del calvinismo es la predestinación (la doctrina de que Dios, que lo sabe todo, sabe quién de nosotros se salvará o no), describir a los idealistas progresistas (que son universalistas en el sentido cristiano estricto, es decir, creen que todos nos salvamos) como «ultracalvinistas» es bastante extraño.

Y, en efecto, aquí estoy forzando un poco el sentido habitual. La razón por la que creo que puedo salirme con la mía es sencilla: si defines el calvinismo a la manera de Michael, el calvinismo está tan muerto como el mitraísmo.

¿Hay realmente alguien en el mundo en 2007 que se preocupe seriamente por el Sínodo de Dort? ¿Quién tiene alguna opinión firme sobre los temas de la elección incondicional, la depravación total, la perseverancia de los santos, la expiación limitada o la gracia irresistible, los «Cinco Puntos» del calvinismo ortodoxo?

Bueno, en realidad sí tienen opiniones sobre una de ellas: la gracia irresistible. Este es el camino general de la evolución doctrinal: los órganos no utilizados se atrofian, y toda la maquinaria se simplifica, como los peces blancos de las cavernas que se perdieron sus ojos. Jefferson se deshizo de la Trinidad, Emerson nos liberó del Infierno, y así hasta Harvey Cox y su «teología secular». (Si crees que «secular» es sinónimo de «ateo», aún no tienes claro todo el horror de la situación).

Cuando Michael, al igual que la mayoría de las personas cultas, equipara el calvinismo con la predestinación (también conocida como elección incondicional), está aplicando lo que en un post anterior denominé una estrategia de clasificación nominalista. Es decir, está tomando la teología calvinista al pie de la letra. El calvinismo se define a sí mismo como los Cinco Puntos, así que ¿por qué no deberíamos respetarlo?

He aquí por qué: porque el resultado que produce el enfoque nominalista es que un prototipo replicante de considerable importancia política y cultural, con tendencias patológicas conocidas, simplemente ha desaparecido. Se ha extinguido. No hay ninguna necesidad de preocuparse por ello. Estos no son los droides que andabas buscando.

Sin embargo, si aplicamos las estrategias morfológica o cladística, obtenemos un resultado muy diferente. El replicador salta de inmediato a la vista. No ha desaparecido en absoluto, sólo ha mutado en unitarismo (es decir, en un unitarismo no universalista, ya extinguido), que engendró el trascendentalismo, que engendró el unionismo, el progresismo y el movimiento ecuménico, que se convirtió en el sistema «superprotestante» del que tanto se burlaban los últimos grandes flower children, que lo conquistaron y nos dieron el multiculturalismo, la «diversidad», etc.

No es un giro inusual en absoluto. Los sistemas de creencias y las lenguas evolucionan de forma muy parecida y, si nos fijamos en los giros históricos de, por ejemplo, el inglés, la evolución del calvinismo al ultracalvinismo parece positivamente sencilla y sosegada.

Y cuando utilizamos el método adaptativo, el resultado es aún más inquietante.

En primer lugar, por supuesto, este truco de desaparecer de la pantalla del radar es muy sospechoso. De hecho, como señalé en mi último post, el ultracalvinismo tiene razones muy convincentes para no querer ser conocido ni como cristiano ni como protestante, porque sus patrones de intolerancia son extremadamente feos y familiares para cualquiera que pueda tragarse cualquier taxonomía de este tipo. (Peter Hitchens ha llamado a su equivalente guiri «la fe más intolerante que ha dominado Gran Bretaña desde la Reforma»). Si alguna vez se llegara a entender que la «corrección política» no es más que un caso de intolerancia religiosa común y corriente, sus apologistas descubrirían que su jocosa costumbre de excusarla como una especie de alboroto intelectual, cosas-de-chavales, etc., ya no les saldría tan fácilmente de la lengua, y sus enemigos se encontrarían infinitamente mejor armados.

Pero lo peor es que el método adaptativo no identifica la predestinación como la invariante más destacada del calvinismo. Tampoco se centra en la depravación total ni siquiera en la gracia irresistible.

En cambio, señala que una característica compartida por todos los prototipos de esta línea de descendencia, desde Calvino a Emerson y Hillary Clinton, desde Ginebra a Chautauqua y Haight-Ashbury, ha sido su asidua insistencia en construir el reino de Dios en la Tierra.

Por supuesto, esto es lo que Erich Voegelin llamó «inmanentizar el escatón». Doctrinalmente, se origina en una interpretación postmilenial del Libro del Apocalipsis. Si no se está de acuerdo con esta interpretación, como les pasa a muchos, se podría decir (como ha hecho Michael) que esto representa un rechazo del cristianismo en favor del gnosticismo.

Pero, de nuevo, esto es nominalismo. Y también es centrarse, como he dicho muchas veces, en las creencias metafísicas. Por definición, las creencias metafísicas no pueden ser directamente adaptativas, es decir, no pueden crear por sí mismas un incentivo para alterar el mundo real de forma que mejore la capacidad del sistema de creencias para transmitirse a sí mismo.

Por otra parte, construir el reino de Dios en la tierra es ciertamente una acción física, y la creencia de que es moralmente imperativo es ciertamente una creencia física. Pero ¿es adaptable? ¿Puede Kobe entrar a canasta? ¿Hacía rock Led Zeppelin? ¿Es el Papa… etc.

Así que cuando identificamos el secularismo progresista como una cosa y el cristianismo protestante como otra, básicamente nos hemos expuesto a uno de los patógenos intelectuales más peligrosos de la historia occidental, le hemos dicho «¿qué hay?», le hemos invitado a una fiesta salvaje en el jacuzzi y le hemos prometido desactivar nuestro sistema inmunológico durante toda la noche. ¿Es esto una epistemología segura? Yo creo que no.

Había otro comentario en el hilo al que quería responder, pero hoy no tengo tiempo. Intentaré hacerlo mañana.

La hipótesis ultracalvinista: en perspectiva (24 de junio de 2007)

La «hipótesis ultracalvinista» es la proposición de que el actual sistema de creencias comúnmente llamado «progresista», «multiculturalista», «universalista», «liberal», «políticamente correcto», etc., en realidad es mejor considerarlo como una secta del cristianismo.

Específicamente, el ultracalvinismo (que también he descrito en dos artículos anteriores) es el descendiente principal que sobrevive hoy del protestantismo tradicional estadounidense, que ha sido el sistema de creencias dominante de Estados Unidos desde su fundación. No debería sorprender que continúe en este papel, o que desde la victoria de EE.UU. en la última guerra planetaria se haya extendido por todo el mundo.

El ultracalvinismo es un sincretismo ecuménico del tradicional, que no puede identificarse con ninguna etiqueta sectaria concreta. Pero sus raíces históricas son fáciles de rastrear bajo la etiqueta unitario. El significado de esta palabra ha mutado considerablemente en los últimos 200 años, pero en cualquier momento desde la década de 1830 se encuentra unida a las personas e ideas más prestigiosas de EE.UU., y a partir de 1945 también del mundo.

El problema con «unitario» como etiqueta es que (a) muestra esta confusión evolutiva, y (b) al menos nominalmente se refiere a una creencia metafísica específica (antitrinitarismo). Así que me tomé la libertad de acuñar el término «ultracalvinista».

La mitad «calvinista» de esta palabra se refiere a la cadena histórica de descendencia desde Juan Calvino y su dictadura religiosa en Ginebra, pasando por los puritanos ingleses a los unitarios de Nueva Inglaterra, abolicionistas y trascendentalistas, progresistas y prohibicionistas, superprotestantes, hippies y teólogos seculares, hasta llegar a nuestros queridos multiculturalistas progresistas.

La mitad «ultra» se refiere a mi percepción de que, al menos en comparación con otras sectas cristianas, las creencias de esta fe son relativamente agresivas e inusuales.

De hecho, son tan inusuales que la mayoría de la gente no ve el ultracalvinismo como cristiano en absoluto. Por ejemplo, en el aspecto teológico, el ultracalvinismo es más conocido como Unitarismo Universalista (UU). (Es un ejercicio interesante tratar de encontrar algún conflicto entre el UU y lo «políticamente correcto»). Los ultracalvinistas son perfectamente libres de ser ateos o de creer en cualquier Dios o dioses, siempre que no se adhieran a ninguna tradición revelada, lo que los convertiría en «fundamentalistas». En general, los ultracalvinistas se oponen a la revelación y consideran que sus creencias son puro producto de la razón. Y tal vez tengan razón en esto, pero creo que la afirmación debería ser como mínimo investigada.

No soy teísta, así que no me interesa mucho la teología. Las creencias paranormales no son creencias sobre el mundo real, y no pueden motivar directamente la acción en el mundo real. Como resultado, no suelen tener importancia adaptativa, tienden a mutar con frecuencia y son una base peligrosa para la clasificación.

Y cuando nos fijamos en las creencias sobre el mundo real de los ultracalvinistas, vemos que el ultracalvinismo no está en absoluto falto de contenido. Según mis cuentas, el credo ultracalvinista tiene cuatro puntos principales:

En primer lugar, los ultracalvinistas creen en la fraternidad universal del hombre. Como Ideal (un universal indefinido) esto podría denominarse Igualdad. («Todos los hombres y mujeres nacen iguales».) Si quisiéramos asignarle un «ismo», podríamos llamarlo fraternalismo.

En segundo lugar, los ultracalvinistas creen en la inutilidad de la violencia. El ideal correspondiente es, por supuesto, la Paz. («La violencia sólo engendra más violencia») Esto se conoce ampliamente como pacifismo.

En tercer lugar, los ultracalvinistas creen en la distribución justa de los bienes. El ideal es la Justicia Social, que es un buen nombre siempre que recordemos que no tiene nada que ver con la justicia en el sentido del diccionario de la palabra, es decir, la aplicación exacta de la ley («De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades».) Para evitar palabras controvertidas, aprovecharemos un nombre ajeno y llamaremos a esta creencia Rawlsianismo.

En cuarto lugar, los ultracalvinistas creen en la sociedad dirigida. El ideal es la Comunidad, y una comunidad, por definición, está dirigida por expertos benévolos, o servidores públicos. («Los funcionarios públicos deben ser profesionales y socialmente responsables».) Al igual que sus homólogos al este del Himalaya, podemos llamar a esta creencia mandarinismo.

Ahora bien, ¿de dónde proceden estas creencias? ¿Cuál es su origen y etiología? ¿Por qué tantos de nosotros en 2007 creemos en estos conceptos concretos? ¿Se inventaron en 1967? ¿O en 1907? ¿O en 1607? ¿O qué?

Richard Dawkins se ha referido a sus creencias, que ciertamente incluyen los cuatro puntos anteriores, como religión einsteniana. La descripción que Dawkins hace de este credo es poética y recuerda enormemente al Discurso en la Divinity School de Emerson. ¿Es que nunca ha oído hablar del trascendentalismo? ¿No sabe que Emerson era ministro unitario?

Einstein también creía ciertamente en los cuatro puntos. ¿Los inventó durante su annus mirabilis? ¿Llegaron de golpe junto con el movimiento browniano, la relatividad especial y el efecto fotoeléctrico? Probablemente no, porque los cuatro puntos también ocupan un lugar muy destacado en un librito titulado Looking Backward (Mirando hacia atrás), que apareció en 1888 y del que se vendieron cerca de un gritón de ejemplares. El autor de esta novela no era hindú. Sus lectores no eran zoroastrianos. El movimiento político que Bellamy ayudó a engendrar no depositaba su fe en Alá. Y ninguno de ellos era ateo, que en aquella época era una palabra muy fea.

De hecho, los cuatro puntos son principios muy comunes y fácilmente reconocibles del cristianismo protestante, concretamente en su vertiente calvinista o puritana. Se pueden encontrar por todas partes en el Nuevo Testamento, y cualquier súbdito de la piadosa república de Oliver Cromwell los habría reconocido al instante. El rawlsianismo es definitivamente el último de los cuatro en desarrollarse, pero incluso éste es muy común en el siglo XVII, cuando sus adherentes eran conocidos como Diggers —un nombre que no sorprende que fuese reutilizado más tarde. El ultracalvinismo encaja perfectamente en las tradiciones disidente y de la Iglesia baja inglesas. (Nótese el descarado punto de vista de esta última página, con palabras cargadas como «reforma», un buen indicio de que los wikipedistas se inclinan por el ultracalvinismo).

Así que la proposición de que la «religión einsteiniana» representa algún tipo de novedad del siglo XX es al menos tan ofensiva para la navaja de Occam como cualquier Monstruo de Espagueti Volador. Es como decir que los habitantes modernos de Francia no son en realidad los franceses porque en algún momento de la Edad Media los franceses desaparecieron y fueron reemplazados por inmigrantes que, casualmente, también hablaban francés antiguo.

Si lo anterior es un análisis exacto, lo que tenemos aquí es muy interesante. Porque es un ejemplo moderno, floreciente y notablemente bien camuflado de criptocristianismo.

El mecanismo de camuflaje del ultracalvinismo es fácil de entender. Si usted es ultracalvinista, debe poner en duda la afirmación de que los cuatro puntos son realmente cristianos, porque usted cree en ellos, y cree que están justificados por la razón y no por la fe. Por lo tanto, son universales y nadie puede dudar de ellos, ya sea cristiano, musulmán o judío.

Si usted no es ultracalvinista, probablemente sea algún otro tipo de cristiano, presumiblemente uno que todavía cree en Dios, en la Biblia como revelación, en la salvación no universal, etc. Por lo tanto, usted ve al ultracalvinismo como los católicos veían antiguamente a los protestantes, o los trinitarios veían a los unitarios: como no cristianos en absoluto. Así que el resultado es el mismo. El manto de invisibilidad ultracalvinista sólo lo ponen en riesgo los ateos librepensadores, como yo; una población pequeña y mayormente irrelevante.

La pregunta es: ¿por qué? ¿Cómo hemos caído en esta trampa? ¿Cómo permitimos que una vieja y conocida corriente del cristianismo mutara y se apoderara de nuestras mentes, simplemente desechando algunos trozos de doctrina teológica y describiéndose a sí misma como «secular»? (Como dice La Wik: «A pesar de la confusión ocasional, secularidad no es sinónimo de ateísmo». Efectivamente).

En otras palabras, tenemos que observar el paisaje adaptativo del ultracalvinismo. ¿Cuáles son las ventajas adaptativas del criptocristianismo? ¿Por qué los unitarios, o incluso los «socialistas científicos», que quitaban importancia a sus raíces cristianas, superaron a sus pares?

En realidad, creo que es bastante obvio. La combinación de democracia electoral y «separación de Iglesia y Estado» es una receta casi perfecta para el criptocristianismo.

Como ya he dicho antes, la separación entre Iglesia y Estado es un antibiótico de estrecho espectro. Lo que realmente se necesita es la separación de la información y la seguridad. Si tienes una norma que dice que el Estado no puede ser tomado por una iglesia, un peligro constante en cualquier democracia por razones obvias, la mutación obvia para eludir esta defensa es que la iglesia encuentre alguna forma plausible de negar que es una iglesia. Abandonar la teología es una obviedad. Se acabó el juego, pierdes, y te está bien empleado por vacunarte contra una proteína de superficie no funcional.

Podemos verlo muy fácilmente con otro movimiento criptocristiano moderno: el diseño inteligente. Los partidarios del diseño inteligente afirman que no es cristianismo en absoluto. Más bien, es buena ciencia, derivada como toda ciencia de la razón pura, y el hecho de que dé la impresión de parecerse a la Biblia es (a) una coincidencia y (b) una prueba de lo cierta que es la Biblia, después de todo. Por lo tanto, como toda buena ciencia, debería enseñarse a los jóvenes inocentes.

No me gustaría que mis hijos fueran a una escuela donde aprendieran el diseño inteligente. Al menos no si lo aprendieran como simple razón y realidad. Pero tampoco me gustaría que mis hijos fueran a una escuela donde aprendieran ultracalvinismo como razón y realidad.

Por desgracia, esto último es mucho más difícil de evitar.

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