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‘Francáfrica’ se libera de la lengua francesa

Las neo-colonias francesas de África se rebelan ante el antiguo amo envejecido

En los años de la descolonización, el Gobierno francés del general Charles de Gaulle se las arregló para mantener parte de su imperio en África. Perdió Argelia, después de una cruel guerra civil, pero conservó muchos de otros territorios a los que tuvo que dar bandera y asiento en la ONU: Chad, Alto Volta (Burkina Faso desde 1984), Níger, Mali, Guinea, Costa de Marfil, Mauritania, Centroáfrica… La presencia francesa se mantenía mediante virreyes nativos protegidos por tropas paracaidistas; una moneda dependiente de París, el franco CFA; la implantación de empresas estratégicas para la grandeur como la petrolera Total Fina Elf y la nuclear Orano-Areva; el uso del idioma francés en las instituciones; y el permiso para emigrar a la metrópoli a los más inquietos y desesperados.

Francia participaba en guerras civiles, en golpes de estado, en guerras internacionales, como la de ‘los Toyotas’, entre Chad y la Libia del coronel Gadafi, e incluso en el genocidio cometido por sus protegidos en Ruanda. Hasta hace poco, París supo impedir la penetración de EEUU, de la URSS y de sus socios de la Unión Europea en su Francáfrica. Un verdadero imperio, sea el romano en Europa o el español en América, tiene como uno de sus fundamentos la implantación de paz y orden en sus territorios y poblaciones. Si fracasa en ello, su legitimidad se hunde. Y es lo que le está ocurriendo a Francáfrica, debido a la pobreza y a las convulsiones políticas permanentes en las neo-colonias.

Mali prefiere mercenarios rusos a legionarios franceses

Desde comienzos del siglo XXI, en el Sahel han aparecido terroristas islámicos –que en ocasiones han justificado intervenciones armadas–, rusos y chinos, junto con bandas de delincuentes dedicados, principalmente, al tráfico de seres humanos. Los frágiles Estados de la región han comenzado un proceso de desmoronamiento que, como los cadáveres, atraen a los carroñeros. Debido a este caos, París ha tenido que aceptar la presencia de EEUU y otros países en la región. Además, algunos grupos de población de esos países han reaccionado contra las injerencias extranjeras.

Desde 2012, la república de Mali ha sufrido tres golpes de Estado y desde junio de 2021 la gobierna una junta militar presidida por el coronel Assimi Goita. Al régimen lo rechazan su antiguo protector europeo y sus vecinos de la CEDEAO (Comunidad Económica de Estados de África Occidental), pero Goita ha buscado la alianza con Rusia, en un movimiento apoyado por los habitantes del sur del país y de la capital, Bamako. A finales de 2021 se conoció que el gobierno negociaba un acuerdo con Wagner para desplegar hasta un millar de mercenarios en el país.

Tan seguro se siente de su posición Goita que su ministro de Asuntos Exteriores ha exigido a la ONU hace unos pocos días que retire la MINUSMA, desplegada desde 2013, debido a la pérdida de confianza en ella por parte del pueblo maliense y a la incapacidad de las tropas y funcionarios extranjeros para recuperar la seguridad.

El francés, degradado a «lengua de trabajo»

En su compromiso por dar paso a un régimen civil, el «gobierno de transición» organizó el 18 de junio pasado un referéndum constitucional. La participación fue baja para los niveles europeos y americanos, ya que no alcanzó el 40%, debido a que en algunas regiones las autoridades locales se opusieron a la votación, como en el norte, donde predominan los tuaregs, en rebelión contra Bamako, y en las comarcas con presencia de bandas de islamistas violentos. Pero el sí recibió un 97% de los votos.

Entre los puntos aprobados, están el mantenimiento de la laicidad del Estado (criticada por un sector de los musulmanes), la instauración de un régimen presidencialista y la degradación del francés del rango de «lengua oficial» a «lengua de trabajo». En Mali existen más de 80 idiomas, de los que sólo 13 son reconocidos como «lenguas oficiales», entre ellos el bambara, el más hablado, junto con el francés, ahora apeado de esa condición. En Ruanda, a 4.000 kilómetros de distancia, el gobierno sustituyó en 2008 el francés por el inglés en la educación, en parte por un rechazo a todo lo francés debido al genocidio y en parte por la creciente vinculación con países como Tanzania y Uganda donde el inglés es oficial.

Lo que le está ocurriendo al francés en África confirma las palabras del filósofo argentino Alberto Buela sobre la diferencia entre el idioma español, por un lado, y el inglés y el francés por otro. Para un colombiano o un chileno, el español es parte de su identidad, mientras que para un nigeriano, un indio, un maliense o un malgache el inglés o el francés son un instrumento de comunicación no sentido como propio. El español, por tanto, dispone de una fuerza de la que carecen los otros dos idiomas: “La lengua como lugar de poder es la asumida existencialmente. Y así podemos comprender cómo siendo 56 los países francófonos y 22 los hispano-parlantes, tenga el castellano mayor peso internacional que el francés. Es que de los 56 países franco-parlantes, solo tres o cuatro han asumido el francés vitalmente, el resto lo usa por conveniencia. En general, para pedir créditos a la metrópoli”.

Y mientras las neo-colonias francesas de África se rebelan ante el antiguo amo envejecido, el Parlamento catalán, que se incorporó en 2021 a la Francofonía, acogió en octubre pasado la Asamblea Parlamentaria de la Francofonía, pagada con dinero de todos los españoles. La oligarquía separatista prefiere el francés, que no lo habla ni el 15% de los catalanes, al español, lengua materna de más de la mitad de éstos. ¡Qué almas de cipayos tienen algunos! Y de cipayos tontos, ya que apuestan a un caballo perdedor.

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