El Pueblo posee el derecho a gobernarse de una manera inherente y permanente. Y los gobernantes están investidos «per participationem» del mismo derecho
Desde que Tokugawa Ieyasu unificara al país hasta la llegada de Perry, Japón había vivido de espaldas al mundo entrando en un prolongado tiempo de paz y de estabilidad del que Occidente venía a sacarle